
Dicen que amar a alguien que ya se fue es de los dolores más desgarradores que sentimos como seres humanos.
Te amé como una ola sin rumbo, de esas que nunca llegan a la orilla pero son vibraciones para el mar. El sol se convirtió en el paisaje donde nos aventurábamos cada mañana, cuando nos sentíamos eternos, empujados por la brisa de recuerdos. Dejando llevar nuestro corazón a esa ciudad perdida y mítica, conocida por pocos pero buscada por muchos.
A lo lejos escuchábamos los problemas alejarse, porque sabíamos que estaba un faro encendido ayudándonos a llegar.Las tempestades se volvieron melodía para nuestros pasos y la lluvia se convirtió en el accesorio perfecto para estrellas lunares. Bailando bajo la luna, en el azul infinito, lejano horizonte, que a su vez empujaba los recuerdos a la orilla, pero borraba tus huellas.
Los que nos veían podrían decir que era una devoción inequívoca, que ella se deslumbraba por ti, pero el problema es que la luz que iluminaba el cauce de las olas, solo se mostró a mí y tú te quedaste en el mar, disfrutando de otras corrientes y me dejaste alejarme a la par. Los “te quiero“ se borraron en la arena fría de la noche, fue un sueño jamás contado, un vaivén de sentimientos.
Tenias razón que por más que ame las profundidades, nunca podría encontrar refugio en la oscuridad del interior del mar que albergaban tus sentimientos.