Te escribo a ti mujer, tu que tal vez te quebraste; pero ahora te levantaste y mucho más fuerte que antes...
Hay ecos en mi mente que dicen que me mire en un espejo. Y después de tantas repeticiones, lo hago. Me he mirado al espejo, y no solo de reojo. Me contemplé, me leí y me abracé. Me dije a mi misma que sonrió hermoso, que esos cachetes no se ven tan mal del todo. Me di cuenta que mis ojos en verdad son preciosos, no tristes y sobrios como antes. Mis cicatrices de pequeña decoran mi frente, me acordé de esas risas que pasé con mi familia . Toqué el lunar en mi cuello y sentí como si fuera un beso de la vida, ya no quería ocultarlo más.

No podía dejar de ver ese reflejo, todo resaltaba entre más tiempo pasaba. El color de mi cabello me enamoró, la idea de teñírmelo desapareció, me acordé de cuando tenía el pelo corto y deseaba que estuviera más largo, pero ahora que lo aprecie, me encantó, ¿cómo es que no le había puesto atención?
Traía puesto mi pantalón favorito y amé la silueta de mis piernas. El color de mi ropa me iluminaba y era un color que hace tiempo odiaba. Como cambiamos cuando avanzamos me repetí a mi misma. Había un nuevo ritmo en mi voz y mi corazón bailaba una melodía preciosa. Mis ecos en verdad gozaban de todo lo que había dentro de mí, podía sentirlo, tenía el corazón en mi mano.
Mi mamá me dijo que estaba enamorada, pero esta vez de mí. Que por fin pude entender lo que era amar cada centímetro de mí persona. Y creo que le dicen amor propio...y vaya que me costó tenerlo.